Albert Einstein dijo:
“La energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”
¡El amor también!
¿Quién no ha sufrido o ha sido testigo de una ruptura de pareja? ¿Y de las que hemos vivido o sido testigo, cuántas se dejaron llevar por la frustración o por la derrota? ¿Cuántas lucharon contra un no rotundo, contra lo inevitable de una ruptura con la esperanza de arreglar y volver al punto de retorno?
Activar la solución requiere de compromiso y de voluntad, requiere de querer y de hacer, de ceder y de comprender. Una ruptura puede ser la salida de uno de los miembros de la pareja a una situación que desde su punto de vista es insoportable.
Hay muchos consejos que se pueden dar para que estas situaciones de crisis en la pareja no lleguen a un punto de no retorno como:
– No imponer sino dialogar, llegar a un consenso. Dejar de luchar por ver quién tiene la razón, sino más bien explicar nuestros motivos o lógica. Centrarse más en el presente y no rememorar conflictos ya pasados, ni mucho menos ponerlos como ejemplos.
– Entender que es normal no estar de acuerdo con algo, viendo esto más como un reto para buscar puntos en común, que como un conflicto.
– Reforzar a nuestra pareja con detalles por los esfuerzos que hace para mejorar la relación o la convivencia. Los pequeños detalles, un beso, un abrazo, una caricia, un cariño, una sonrisa o un momento de atención pueden llegar a ser más importantes y más potentes que las grandes acciones destinadas a congraciarnos.
– Si hemos de criticar algo que no nos gusta, mejor dirigirnos a la conducta que a la persona, es decir, mostrar lo que haya hecho que no nos gusta más que usar reproches o calificativos despectivos personales. El respeto es esencial para la buena convivencia.
– Ante las situaciones violentas tomar de manera previa y dialogada la decisión como pacto de abandonar la situación para pensar durante un buen rato y buscar formas de solución creativas al problema, y una vez ya más relajados intentar de una manera más reflexiva y paciente dialogar, comprender y ceder ambos, para ganar.
– Esforzarnos en escuchar, mirando a los ojos, intentando entender su mundo, sus vicisitudes, sus inquietudes y sus miedos
– Buscar actividades en común y retomar aquel tiempo compartido y que para ambos eran grato. Aceptar el dinamismo de la relación sin intentar ser copia de los inicios.
– Confiar y dar también un tiempo propio a la pareja, no ahogarla con llamadas o mensajes, y respetar su espacio propio. La libertad es el germen del amor verdadero.
– Y sobre todo dedícate un tiempo para ti, en donde no esté tu pareja, donde recuerdes quién eres y por qué un día esa persona se enamoró de ti. ¡Quiérete!
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